Un mes después del golpe de Estado de Pinochet, en Chile ya
había organizaciones que prestaban ayuda psicológica a las víctimas de la
dictadura y a sus familias. En España, la medicina recetada en altas dosis es
la del silencio, para prevenir la inquietud de los hijos de aquellos que fueron
atravesados por la Guerra Civil, especialmente en los vencidos pero también en
los vencedores.
¿Y los nietos, los que nacieron en el tardofranquismo y la
democracia y vivieron ajenos, como si nada hubiera pasado? Son los herederos de penas y
dificultades no resueltas, adiestrados en el no preguntar para no
remover, programados para no hurgar. Esquistados psicológicamente, bloqueados emocionalmente.
Ataques de ansiedad, inseguridad, miedo, rabia no canalizada, anorexia o
toxicomanía pueden leerse
en clave de transmisión generacional del trauma. De hecho, se lleva
haciendo así desde los años 60 en otras sociedades dañadas por violencias
políticas. Salvo en España.
Clara Valverde, escritora sobre biopolítica y resistencia, presidenta
de la Liga Síndrome de Fatiga Crónica, profesora de enfermería, ha abordado en Desenterrar las
palabras (Icaria, 2014) con claridad y precisión qué nos pasa, porqué nos pasa y
qué deberíamos hacer para afrontarlo.
¿Cuál es el cuadro de síntomas de una persona traumatizada por
las vivencias de sus abuelos durante la Guerra Civil y la Represión franquista?
Los nietos de la
violencia política 'heredan' o
'absorben', a través de la comunicación no verbal, que tiene más fuerza que la
verbal, la carga inconsciente del
sufrimiento de sus padres y de sus abuelos. La situación se complica para
esta generación porque la conexión con la situación original se ha perdido.
Esto hace que la generación de los nietos lleve una carga en el inconsciente a
la que es más difícil acceder, porque los años de silencio y de comportamientos
que han servido para esconder las emociones dificultan la comprensión de las
manifestaciones del trauma.
Estas manifestaciones son variadas: miedo a hablar directamente
a los que están en el poder (jefes o cualquier otra figura de poder), la queja
sin acción, la polarización (blanco/negro) y necesitar un enemigo común,
confusión, repetición, autoritarismo, fobias, obsesiones, etc.
¿Cuál es la diferencia con la generación anterior?
Los hijos aprendieron a
callar y a no saber qué hacer con las emociones de sus padres traumatizados. Pero ellos aún tenían
alguna conexión a los eventos traumatizantes.